Programa Nacional de Proyectos de Investigación Fundamental
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Juan Miguel Zarandona (Universidad de Valladolid)
La orden franciscana y África
Entre las figuras más brillantes que los frailes franciscanos han aportado al Africanismo cabe destacar de manera muy concienzuda a la personalidad del recientemente fallecido padre Ramón Lourido Díaz (1929-2009), arabista reconocido, especialista sobre todo en Marruecos y el Magreb, y a sus numerosos libros en torno a estas materias y continente.
El padre Lourido contó, además, como muy digno precursor, con la trayectoria prestigiosa del padre José Lerchundi (1836-1896), también franciscano y arabista de gran prestigio científico en su época y para la posteridad, a la par que misionero, lingüista, educador y reformador social, entre otros ámbitos del saber y del conocer.
Lourido, el arabista-africanista del siglo XX, ofreció su particular homenaje al arabista-africanista del XIX, mediante la coordinación y autoría del volumen de 1996 titulado: Marruecos y el Padre Lerchundi. Entre los diversos expertos que colaboraron en esta aportación bibliográfica en descubrimiento, divulgación y defensa de los orígenes de la afición no interrumpida por el estudio africanista entre los franciscanos, figura el nombre de Bárbara Herrero Muñoz-Cobo, cuyo capítulo reza como sigue: «Novedades en la obra lingüística del padre José Lerchundi» (1996: 133-148). El siguiente párrafo-ejemplo procede de este capítulo, y lo hemos elegido por su claridad, afecto al maestro y rotundidad:
Solo queda decir que el padre Lerchundi arabista fue un precursor y es referencia obligada para los estudiosos del árabe marroquí. Fue un hombre excepcional por tu talante y por su laboriosidad, que nadie pone en duda, pero, sobre todo, lo fue por las novedades que presenta su obra, que hacen de ella un clásico, un estudio sincrónico cuya transcendencia es atemporal (1996: 148).
Por lo tanto, si queda fuera de toda duda la categoría de los Estudios Africanistas en torno al mundo árabe del norte de África, emprendidos y rematados por ilustres intelectuales franciscanos, ya clásicos, como el padre Lerchundi (1999a, 1999b), ya todavía de nuestro tiempo presente, como el padre Lourido (1978, 1989, 1993, 1994, 1996), no es menor cierto que África no termina o concluye su extensión en el Magreb del norte de su geografía. Existe todo otro inmenso ámbito africano, ni árabe ni norteño, que también existe, aunque mucho menos que el anterior desde el punto de vista del interés investigador del fraile franciscano. Nos estamos refiriendo a la llamada África negra o África subsahariana.
Un menor interés no cabe confundirlo con inexistencia del mismo: ha existido y existe también la investigación africanista en torno a este segundo gran mundo africano, y para demostrarlo este capítulo se propone analizar un pequeño librito español de 1967 titulado: Analogía de la problemática africana y europea, cuya autoría corresponde al Fray Miguel Oltra, O. F. M., un texto único como podrá comprobarse en las páginas que se irán desplegando a continuación.
El tratado del Padre Miguel Oltra
La Analogía de la problemática africana y europea, del padre Oltra fue publicada por el histórico Instituto de Estudios Africanos (IDEA), parte integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con sede en Madrid. Es decir, la única institución u organismo español que durante años se responsabilizó de que el minoritario, en España, campo de estudio del Africanismo tuviera alguna representación y viva en dicha nación peninsular.
La Analogía se publicó en 1967, fecha muy significativa como se verá más adelante, como un volumen más de la serie del Instituto Colección Monográfica Africana, autentico monumento del Africanismo hispano contemporáneo, y eso es lo que en realidad es, una monografía, aunque muy breve.
Se estaba en África entonces cerrando los últimos capítulos del colonialismo europeo occidental y abriéndose la era de las independencias de las nuevas naciones negroafricanas. El desfile triunfal lo inauguró Ghana en 1957, la antigua Costa de Oro británica, y la Guinea Francesa en 1958, a partir de ahora sólo Guinea o Guinea Conakry, su capital. Sin embargo, la gran liberación se produjo entre 1960 y 1963 cuando la mayor parte de las potencias coloniales europeas concedieron la libertad política a sus antiguos súbditos (McEvedy: 1995: 122-124). Las únicas excepciones fueron Portugal y España, cuyos territorios en el África negra, grandes en el caso de la primera, pequeños en el de la segunda tuvieron que esperar todavía algún tiempo: 1968 para Guinea Ecuatorial, y 1974-1975 para las cinco nuevas naciones africanas herederas del colonialismo portugués (McEvery: 1995: 128).
Este es el contexto histórico en el cuál hay que situar y comprender la Analogía del padre Oltra, quien estructura su ensayo-estudio monográfico en las siguientes seis secciones: ‘Las nuevas naciones africanas’, ‘Liberalismo europeo en África’, ‘Africanismo y técnica’, ‘Geografía y Etnografía’, ‘España y África’, y ‘Libertinaje y libertad’, por este orden.
De manera ciertamente curiosa, este texto escrito reproduce las mismas palabras que el padre Oltra pronunciara sobre el mismo tema ante los miembros del Instituto de Estudios Africanos en fecha que no se especifica, conferencia que, sin lugar a dudas, tuvo mucho que ver con la publicación posterior de este volumen. Se trataría de un claro ejemplo de humilde y muy franciscana captatio benevolentiae:
Vengo a este centro africanista con cierto complejo porque el tema “África” no entra dentro del campo de mi especialidad teológica, aunque me interesa personalmente. En este particular soy, como ordinariamente decimos, un hombre de la calle que observa, lee, compara y, de todos esos impactos de información, saca sus consecuencias más o menos acertadas. Quizás haya en estas consecuencias o aspectos que considero alguna área que no haya sido suficientemente valorada por la investigación científica. Si esta plática diese sólo motivo de repensar estos aspectos que, si no están olvidados, merecen más consideración, me daría por muy satisfechos (1967: 5).
En ‘Las nuevas naciones africanas’ (5-7), el padre Oltra se hace eco del acontecimiento al que se asistía en aquellos años del gran despertar africano, desde un régimen de estrecha tutela colonial hacia una plena libertad de toda una serie de países nuevos que surgen como por encanto. Sin embargo, desde el primer momento recuerda que dichas nuevas naciones tendrán que superar muchas dificultades y resolver problemas graves: a) la prisa, enfermedad generalizada en los países occidentales, se ha aplicado a todo el proceso de independencia, por lo que se observa una gran desorientación entre estas modernas naciones de África; b) el atractivo de lo nuevo, característico del ser humano, que ocultaría los peligros de la nueva situación, como estaría ocurriendo en África.
En el segundo apartado, ‘Liberalismo europeo en África’ (7-8), el padre Oltra mira más al pasado y da su interpretación del dominio económico que Europa ha ejercido sobre África, lo que él denomina el ‘liberalismo’. Los primeros europeos que llegaron al continente dominados por un codicioso espíritu liberal y de deseo de beneficios materiales, que sólo les llevaba a aplicar un barniz de civilización puramente externa sobre los nativos, en realidad abandonados a sus suerte ya que nadie se preocupó de sus idiosincrasia. Según el padre Oltra hubo una excepción: «Las misiones católicas han tenido que luchar con todas sus fuerzas contra este desorden creado por la codicia, que va ordinariamente ligada al desarraigo» (7). La situación se agravó con la llegada de masas de pobladores europeos a África, que de proletarios del liberalismo europeo de repente ascendían a ciudadanos de primera clase. Al no tener verdaderas raíces sobre el terreno, y como nuevos ricos, se dedicaron con todas sus ansias a la conquista material, importándoles muy poco la vida de relación y el prójimo necesitado de orientación. Se llegó a una sociedad fría, desalmada e inexorable. Según el padre Oltra: «El más poderoso y el más hábil podían campar por sus respetos e imponer su voluntad a los demás. Una producción de riqueza sin base espiritual alguna no se pone nunca al servicio del hombre, sino que se pone al hombre a su servicio» (8). Esta es la realidad de Occidente, y de África también, donde los contrastes entre poderosos y débiles son tan notables, donde la gran riqueza se da de codazos con la gran miseria. Finalmente, Oltra se hace eco, con gran ironía, del hecho de que economistas notables profetizan un futuro inmediato del máximo optimismo en África por sus grandes riquezas materiales. Pero todo puede fallar si se olvida al hombre, pues los descolonizadores de hoy pueden cometer las mismas injusticias que los colonizadores de ayer si se olvidan de que no es la economía la que produce la alegría de vivir, y que la primacía debe corresponder a los valores espirituales.
En tercer lugar, ‘Africanismo y técnica’ (8-11) nos expone la realidad de los individuos africanos que han abandonado el campo y la vida tribal y que tienen que adaptarse a la gran ciudad para no sucumbir, pero que le exige renunciar a su africanidad y sus raíces. Todo esto produce en su alma confusión e intranquilidad. La ciudad es también la sede favorita de la técnica moderna que atrae a los hombres en general y especialmente al africano muy poderosamente. África se encuentra en total dependencia de los avanzados mundos occidentales en ayuda técnica. Como si se tratase de un espejismo, África sueña con ponerse al día y todo lo que se habla sobre África, aparte de las riquezas del subsuelo, se fundamenta en la moderna técnica. Pero, en realidad, según Fray Miguel Oltra, nadie se preocupa de África como pluralismo étnico y humano, lo que le lleva a predecir que el patrón europeo, vacío de espiritualidad, no podrá servir al alma africana. Y que la superación de lo puramente técnico debe realizarse, si se quiere una obra positiva en el Continente africano: «Efectivamente, África necesita de las grandes potencias en los técnico, capital, mercados, defensa, seguridad, etcétera. Pero sería hacerle un mal servicio si, juntamente con la economía, no les diéramos manjar espiritual, porque Dios rechaza de plano todo programa que tienda a hacer a los hombres más ricos y no les haga mejores».
‘Geografía y Etnografía’ (11-12) resalta el hecho de la artificialidad de las fronteras rectilíneas de las naciones coloniales africanas, arbitrarias, sin auténtica homegeneidad nacional, hijas del reparto del continente por parte de las grandes potencias siguiendo criterios económicos y no étnicos. Cada nación africana puede llegar a albergar cientos de etnias y lenguas diferentes. Europa y Occidente defiende, además, los antiguos límites como garantía de orden, aunque muy precario. Las grandes religiones importadas de África, Islamismo y Cristianismo, no poseen fuerza suficiente para unificar espiritualmente África o resolver las crisis actuales.
‘Libertinaje y libertad’ (14-16). Según lo expuesto en este punto, los creadores de las nuevas naciones africanas estaban muy lejos de sentir cariño por los pueblos que dominaron cierto tiempo. Su único interés eran sus riquezas, y su único ideal político el libertinaje, el liberalismo a ultranza. Por ello, con la independencia se comenzó a escuchar por todas partes la palabra ‘libertad”. Pero la ‘libertad’ es un concepto filosófico y teológico muy complejo y no sólo un hecho jurídico o social. Y pensar que el hombre por ser declarado ‘libre’ o ‘independiente’ ya será mejor o más feliz, está destinado al fracaso, en África y en cualquier sitio. Por supuesto, el padre Oltra defiende que sólo el cristianismo nos trae la suprema libertad, y ser libre es escoger dentro del orden recto de la naturaleza impuesto por Dios.
Aun resto por conocer un apartado que con toda intención hemos dejado para el final, probablemente el más peculiar de todos los contenidos en el libro del padre Oltra, el titulado: ‘España y África’ (13-14). Para el autor del mismo, España en sus relaciones con África ha sido una nación que se ha comportado de manera totalmente distinta, como la siguiente colección única de citas demostraría después de una atenta lectura:
Sin orgullo de ninguna clase, podemos afirmar que España ha cumplido y cumple en África, resolviendo los problemas insolubles hoy en el mundo africano. Porque España no ha ido a África con afán de lucro y apetitos imperialistas, sino a ganar los corazones (13).
Nuestra política africana en las provincias de Guinea Ecuatorial, Ifni y Sahara es aplaudida por el mundo y colocada como ejemplo (13).
Agonías que no rezaban para el África española porque aquí el sueño de la codicia no produce monstruos… unos africanos que, gracias a la comprensión y la generosidad de los españoles, no sufren las agonías que destrozan a sus hermanos de raza en el Continente en que nacieron (13).
La libertad que España concede a sus territorios en África es una libertad vinculada a un orden. El catolicismo les ha liberado del vicio, del error, de los usos funestos y de la miseria; de la lepra y depauperación les ha librado la medicina y el trabajo bien regidos y dirigidos a una meta absoluta. Para España, nación católica, no hay colores de piel ni razas, ni diferencias. Un hombre tiene un alma y esto es lo decisivo. Todos somos hijos de Dios (13).
Y se preguntaba nuestro Ministro de la Presidencia (Carrero Blanco, Discurso en las Cortes): ¿Qué pretenden los que alientan por ahí las conminaciones para que demos, sin más, la independencia a la Guinea Ecuatorial? ¿Se trata de cometer un crimen más en nombre de la libertad? ¿No se han cometido ya bastantes? (13-14).
El conflicto de África, en el momento de su ascensión a una independencia prematura, en la mayoría de los casos lo ha esquivado España para sus Provincias, librándolas de una catástrofe. Lo que ha sucedido y sucede en los demás territorios de color habla con elocuencia de la magnitud de esta catástrofe a la vista. Mientras mucha parte del continente negro se debate en las angustias del hambre, del desorden y del crimen, por el contrario, la paz y el progreso, la riqueza y el bienestar forman el clima de Fernando Poo y Río Muni. El contraste es elocuentísimo para quien no sea un sectario o un asesino (14).
España jamás fue, a través de su historia, esclavizadora de pueblos, y sí, por el contrario, madre amorosa que llevó por doquier, allende los mares, allá donde hizo acto de presencia, la paz, el progreso, producto de una tarea civilizadora y una generosidad sin límites, volcando sus caudales, aun en etapas difíciles, a favor de quienes estuvieron y están al amparo de su bandera (14).
Nuestros nativos africanos-españoles no han perdido la cabeza y no se han dejado dominar por esas corrientes propagandísticas que, de modo oculto, conducen al comunismo (colonialismo bestial) o al otro colonialismo más suave, el de los Bancos y los negocios. Debajo de las propagandas demagógicas y desmelenadas existen dos tiranías, la del dinero y la del látigo. España ha evitado ambas. Por esta razón, decía hace poco en las Cortes Federico Ngomo: “Queremos paz y seguridad pública, afecto y respeto, y por eso Guinea Ecuatorial proclama, una vez más, y con orgullo, su decidida voluntad de estirpe española”. Nuestros españoles de color merecen todo nuestro cariño y atención y nada de lo que les ocurra nos puede ser indiferente (14).
Pero, ¿tuvo España alguna vez colonias?
Lo recientemente expuesto en el apartado anterior, no debería sorprender mucho o, al menos, no tanto. España, el discurso oficial constante de la nación, desde sus élites político-culturales hasta sus masas populares, nunca ha aceptado de buen grado haber sido o haberse comportado como una nación colonial al uso. Por ello, nunca ha habido escasez de historiadores y toda índole de investigadores de asuntos americanistas que hayan defendido este conjunto de argumentos tan populares, usando todo tipo de argumentos retóricos a su disposición, para persuadir a los dubitativos al respecto. Entre otros, este capítulo quiere traer a colación un ensayo de Ricardo Levene (1885-1959), americano de continente y argentino de nación, es decir, no español y profesor de las Facultades de Derecho y Humanidades de la Universidad de Buenos Aires. El título del mismo sería uno tan significativo y pertinente como el siguiente: Las Indias no eran colonias, publicado por primera vez en 1951. El discurso antes mencionado, por lo tanto, parece claro que no se detuvo o limitó a las fronteras peninsulares, lo que le dota de una fuerza mucho mayor.
Entre otros muchos argumentos, el erudito Levene menciona sustentos históricos de tan aparente solidez como los incluidos en esta selección del propio autor inevitablemente incompleta pero muy representativa del contenido del libro:
Las Indias no eran colonias, según expresas disposiciones de las leyes:
Porque fueron incorporadas a la Corona de Castilla y León, conforme a la concesión pontificia y a las inspiraciones de los Reyes Católicos, y no podían ser enajenadas;
Porque sus naturales eran iguales en derecho a los españoles europeos y se consagró la legitimidad de los matrimonios entre ellos;
Porque los descendientes de españoles europeos o criollos, y en general los beneméritos de Indias, debían ser preferidos en la provisión de los oficios;
Porque los Consejos de Castilla y de Indias era iguales como altas potestades políticas;
Porque las instituciones provinciales o regionales de Indias ejercían la potestad legislativa;
Porque siendo de una Corona los reinos de Castilla y León y de Indias, las leyes y orden de gobierno de los unos y de los otros debían ser los más semejantes que se puedan;
Porque en todos los casos que no estuviese decidido lo que se debía proveer por las Leyes de Indias, se guardarían las de Castilla conforme al orden de prelación de las Leyes de Toro;
Porque, en fin, se mandó excusar la palabra conquista como fuente de derecho, reemplazándola por las de población y pacificación.
Una era la estructura institucional de Castilla y Hispanoamérica, con sus inevitables diferencias geográficas, raciales e históricas, la trabazón de las instituciones, que integran en conjunto el sistema jurídico y político de una época … Y uno fue el proceso emancipador desarrollado sincrónicamente en el inmenso escenario de América Hispánica durante el período anterior a 1810, que culmina con la Revolución por la Independencia, se proclama bajo la influencia de las teorías de escritores de España y de Indias principalmente y se cumple de acuerdo con los principios del derecho revolucionario, triunfante entonces en la Península.
De ahí la conclusión de que España ha formado, política y jurídicamente, de estas provincias, reinos, dominios o repúblicas indianas –lo que no eran colonias o factorías, según las leyes– nacionalidades independientes y libres (1973: 10-11).
Además, Ricardo Levene reproduce testimonios documentales tan decisivos e indicadores de la mentalidad de protagonistas de la historia de las relaciones entre España y América, como el presente:
El 22 de enero de 1809 el Gobierno peninsular dictaba un decreto de excepcional valor político para América.
La Junta Suprema de Sevilla, en nombre del rey, consideraba en ese decreto «que los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente Colonias o Factorías, como las de otras naciones –decía categóricamente–, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española; y deseando estrechar de un modo indisoluble los sagrados vínculos que unen unos y otros dominios, como así mismo corresponder a la heroica lealtad y patriotismo de que acaban de dar tan decisiva prueba a la España en la coyuntura más crítica que se ha visto hasta ahora nación alguna» (1973: 118).
De Miguel Oltra a Francisco Franco, con Guinea Ecuatorial al fondo
A pesar de todo lo expuesto en 1967 por escrito por el padre Oltra, con tan buenas intenciones, lo cierto es que al año siguiente, el 12 de octubre de 1968, Guinea se convirtió en una nueva nación africana independiente. España no pudo retrasarlo aún más. Este trabajo no se entretendrá en desgranar con detalle alguno lo acontecido después de esa fecha, pues se trata de hechos bien conocidos y sobre los que existe abundante bibliografía. Baste decir que buena parte de las predicciones del padre Oltra se cumplieron al pie de la letra: libertinaje, tiranía, agonía, destrucción, muerte, etc., de unos niveles y ferocidad tan altos que incluso hicieron palidecer a los acontecidos en otros lugares de África. También se conoció un fenómeno que tal vez el padre Oltra no esperaba: una reacción contra España, la supuesta madre amorosa, y sus aportaciones culturales y labores civilizadoras, furibunda que tardó muchos años en ceder. El discurso oficial sobre el colonialismo patrio, probablemente, por lo menos por lo que se refiere a África, no volvería a recuperarse.
De todas maneras, y a favor del padre Oltra, cabe recordar que este discurso oficial ya aludido, no le perteneció a él sólo en ningún momento, sino que fue hasta propagado por el mismo Jefe del Estado en la última intervención que dirigiría a sus súbditos africanos días antes de que dejaran de serlo. Por su interés, lo recordamos en su totalidad (Campos Serrano: 2002: 376-378):
Mensaje de Franco durante la inauguración de las instalaciones de Televisión Española en Guinea Ecuatorial, 20 de julio de 1968 (Ébano, 21/7/1968, pp. 1-2)
Guineanos y españoles todos:
En estos días en que se cumple un aniversario más de la gloriosa efemérides de nuestro Movimiento en la vida española me dirijo a vosotros en el momento en que se iauguran en vuestra región los servicios de Televisión española.
Este nuevo lazo que une a estas tierras con la Península es, en cierta manera, un símbolo de la relación que ha existido siempre entre ambos; lejanía en el espacio, pero preocupación perenne del Gobierno y de la Administración Central por vuestros problemas y presencia constante de una labor de mejoramiento de vuestra vida material, de vuestra economía y de vuestra evolución cultural.
España, a través de su Historia, ha sabido siempre entregarse sin reservas, con amor y con entusiasmo, a las necesidades , a los afanes y a las ilusiones de aquellos pueblos a los que fue uniendo sus destinos. Desprovista de prejuicios raciales de ninguna clase, sintiendo profundamente el precepto cristiano de la igualdad de todos los hombres, ni España ni los españoles se sintieron nunca ajenos, indiferentes o superiores a aquellos pueblos con los que convivieron y a los que incorporaron a la civilización occidental y cristiana.
Todo esto, que fue cierto siempre, lo está siendo aun más con el estado que nació el 18 de julio porque, participando de esas mismas ideas fundamentales de las que hace un momento os hablaba, supo poner al servicio de las mismas una más amplia visión política y una más eficaz acción administrativa. Vosotros, mejor que nadie, sabéis hasta qué punto España ha procurado, en todo momento, desde que la paz volvió a nuestra patria, atender a vuestras necesidades presentes y prever vuestro futuro. De las provincias guineanas España ha sabido hacer un territorio ejemplar, que se compara favorablemente, en el orbe africano en que se halla inscrito, por el nivel de vida, por el estado sanitario, por el número de alfabetizados, por tantos datos que acreditan su progreso.
Pero, sobre todos esos bienes el Gobierno español os ha traído el más deseable de todos: el bien de la paz. En un Continente convulsionado por las luchas raciales, tribales y sociales, el que determinados pueblos han caído en ciertos momentos en niveles próximos a la anarquía, las provincias de Guinea han vivido en paz, en trabajo y en orden, en una línea constante de progreso y de confianza sin los que todo intento de mejoramiento hubiese sido imposible.
En esta línea de progreso hacemos llegar hoy a vosotros uno de los más poderosos instrumentos de comunicación social que la técnica moderna ha puesto en manos de los hombres: la televisión. Con ella podéis encontraros más cerca de la vida de España y más identificados con las actividades y con los acontecimientos de ella, pero podréis, también, conoceros mejor entre vosotros mismos, puesto que esta televisión, que ahora empieza a funcionar entre vosotros, no sólo difundirá programas peninsulares, sino también los que se realicen en vuestro propio territorio.
Existe una palabra muy frecuente hoy en el mundo internacional, que lleva consigo, a justo título, una valoración negativa: colonialismo. Vosotros sabéis que España no es ni ha sido nunca colonialista, sino civilizadora y creadora de pueblos, que es cosa muy distinta. El colonialismo es la explotación del débil por el fuerte, del ignorante por el avisado; es la utilización injusta de las energías del país dominado para beneficiarse con ellas el país dominante. La labor civilizadora es precisamente, todo lo contrario; es la ayuda del mejor situado al que lo está menos, para hacerle avanzar en la búsqueda de su propio destino.
Por ello, ahora hemos llegado al momento de evolución material, moral y política en que nos encontramos, en el que el camino del porvenir está plenamente abierto para vosotros. España, compenetrada con su Historia de madre de pueblos y con el espíritu de nuestra época, ha sabido ser leal, también, a las recomendaciones de las Naciones Unidas.
En vuestras manos está vuestro propio destino y éste será tanto más brillante cuanto más os hagáis dignos de él. Ese destino depende de vuestra laboriosidad, de vuestro deseo de superación, de vuestro sentido de laboriosidad y de la convivencia, de vuestra prudencia política en suma. Ese destino que vosotros habéis de construir con vuestras manos y vuestras inteligencias, el Gobierno español y los que aún son vuestros compatriotas lo contemplan llenos de fe y de optimismo. Haceos dignos de estas esperanzas que suscitáis y no olvidéis nunca que España, que tanto os ha dado, seguirá vuestra marcha hacia el futuro con el mismo amor y la misma comprensión que, hasta ahora, os ha mostrado. Ayudaos y se os ayudará y si, en vuestra marcha hacia delante, los lazos políticos y jurídicos que entre vosotros y España existen se transforman en un porvenir inmediato, los lazos morales seguirán siendo los mismo y una estrecha hermandad, basada en la libre determinación y en la independencia mutua de los dos pueblos presidirá, como ahora, nuestras relaciones.
Guineanos y españoles todos: ¡Viva Guinea! ¡Viva España!
Conclusión
El tratado del padre franciscano Fray Miguel Oltra no ha defraudado las expectativas depositadas en el mismo al comienzo de esta exposición. Por una parte, supone un documento único, procedente de un autor y de una línea de pensamiento franciscana, que gira en torno a los problemas históricos, político-sociales, culturales, ideológicos y espirituales de África negra del siglo XX, en especial de la era de las independencias. Además, representa una reflexión, aunque debatible, muy certera, personal y valiente de aquellos años y del pasado, presente y futuro de África, más allá de modas superficiales, visiones del momento o ideas más al uso. En tercer lugar, documenta de manera excepcional el ambiente previo a la independencia de las colonias españolas del golfo de Guinea, libertad política totalmente impuesta desde el exterior y a la que los españoles, representados por el padre Oltra en esta ocasión, se mostraban de lo más reacios. Finalmente, supone otro testimonio más de la idealista, especial, poco práctica e irreal manera que tuvo España de verse a sí mismo como potencia colonial, y de los límites a los que podía llevarle su afán de construir discursos justificativos al respecto.
Referencias bibliográficas
CAMPOS SERRANO, Alicia: De colonia a Estado: Guinea Ecuatorial, 1955-1968, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2002.
HERRERO MUÑOZ-COBO, Bárbara: “Novedades en la obra lingüística del padre José Lerchundi”, en Ramón Lourido Díaz (ed.), Marruecos y el Padre Lerchundi, Mapfre, Madrid, 1996, 133-148.
LERCHUNDI, José de: Rudimentos del árabe vulgar que se habla en el Imperio de Marruecos, Introducción de Ramón Lourido Díaz, AECI, Madrid, 1999a.
LERCHUNDI, José de: Vocabulario español-arábigo del dialecto de Marruecos, Introducción de Ramón Lourido Díaz, AECI, Madrid, 1999b.
LEVENE, Ricardo: Las Indias no eran colonias, Colección Austral, nº 1060, Espasa-Calpe, 1973 (1951).
LOURIDO DÍAZ, Ramón: Marruecos en la segunda mitad del siglo XVIII, Instituto Hispano-Árabe de Cultura, Madrid, 1978.
LOURIDO DÍAZ, Ramón: Marruecos y el mundo exterior en la segunda mitad del siglo XVIII, AECI, Madrid, 1989.
LOURIDO DÍAZ, Ramón y Henri TEISSIER: El Cristianismo en el Norte de África, Mapfre, Madrid, 1993.
LOURIDO DÍAZ, Ramón y Juan B. VILLAR: Relaciones entre España y el Magreb, siglos XVII y XVIII. Mapfre, Madrid, 1994.
LOURIDO DÍAZ, Ramón (ed.): Marruecos y el Padre Lerchundi, Mapfre, Madrid, 1996.
McEVEDY, Colin: The Penguin Atlas of African History, London, Penguin Books, 1995.
OLTRA, Fray Miguel, O. F. M.: Analogía de la problemática africana y europea, Colección Monográfica Africana, Instituto de Estudios Africanos (IDEA) – Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, 1967.
Este trabajo se realiza en el marco del Proyecto FFI2008-00719/FILO, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (2009-2011).